José Luis Olaizola tiene 95 años y sigue escribiendo. En su larga vida ha publicado 83 libros de los que ha vendido millones de ejemplares. Además ha recibido varios premios como el Planeta, Ateneo de Sevilla, Barco de Vapor o el Grand Prix de la Academia des Lecteurs, entre otros… En estas últimas semanas está ya a la venta su última novela, Amores inciertos (LibrosLibres), una novela de amor que se desarrolla en diversos ambientes en los que los personajes se mueven con gran soltura y con un fondo de humanidad que los hace muy atractivos.
La protagonista, Virginia, es una mujer de notable belleza y simpatía que la hace muy singular. Y tiene que elegir entre dos pretendientes con estilos y vidas diferentes. Podríamos decir que Amores inciertos recoge una cierta estela de novela de amor al estilo de las de Jane Austen, autora de Orgullo y prejuicio, aunque la trama se desarrolla en Madrid y en pleno siglo XXI.
Después de haber estado casado con Marisa durante 68 años, con nueve hijos, 21 nietos y 5 biznietos, se podría decir José Luis Olaizola es un experto en esas cosas del amor.
– El amor está presente en tu última novela “Amores inciertos” (LibrosLibres), escrita a los 95 años. ¿Qué le puedes decir a los jóvenes sobre el amor desde la atalaya de tu experiencia vital?
– Que luchen por conseguir lo más difícil: el amor. Y cada día es más difícil, porque los jóvenes confunden el amor con un capricho pasajero. El amor entre hombre y mujer es un sentimiento profundo que no siempre es igual. Tiene momentos de decaimiento, que hay que luchar por superarlos. Cuando se enamoran es el momento más feliz de su vida, y hay que lograr que ese momento no sea pasajero.
El escritor José Luis Olaizola emite un consejo a los novios jóvenes que esperan casarse pronto: «Que no confundan el noviazgo con el matrimonio».
– En “Amores inciertos” la protagonista parece dudar entre elegir un amor más pasional, y otro algo más racional. ¿Qué tipo de esos dos amores posibilitan más la felicidad?
– Un amor puramente pasional puede ser engañoso. Algo de pasión viene bien, pero antes de emprender lo que quieres que sea el amor de tu vida, conviene reflexionar. En caso de duda, me inclino por el amor reflexivo.
– En más de una ocasión has comentado que de joven eras un desastre, “creía que no servía para nada, pero como tenía cierto éxito con las chicas, me decía, como una desgracia, bueno, quizá con suerte puedas vivir de las mujeres…» ¿El amor de Marisa te salvó de una vida vacía?
– Yo pienso que al no haber conocido a mi madre, que murió cuando yo solo tenía meses, mi infancia echó mucho en falta ese cariño materno que puede enderezar una vida.
Mi vida no se enderezó y fue un desastre: no hacía nada de provecho, excepto jugar al rugby o practicar el atletismo. Como no lo hacía mal me daba cierto ascendiente con algunas mujeres, puesto que era un deportista de élite. Me hice novio de una chica muy rica, ya que sus padres eran los dueños de uno de los mejores hoteles de San Sebastián, y era hija única, y me pagaba todos los gastos, que entonces consistían en ir al cine o a merenderos.
Creo que fue cuando medio en broma, medio en serio, me planteé vivir de las mujeres. Hasta que se cruzó Marisa en mi camino y di un cambio de ciento ochenta grados. Al principio no me quiso admitir como novio, porque me consideraba un inútil, pero cuando por fin me aceptó me puso como condición que tenía que estudiar la carrera de abogado que la tenía abandonada. Estaba tan enamorado que acepté la condición y gracias a ella me convertí en un hombre de provecho.
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– José Luis, has estado casado 68 años con Marisa, fallecida en 2021, por lo tanto eres un auténtico maestro en las cosas del amor. ¿Qué consejos darías a los novios que se van a casar?
– El consejo que daría a los novios que se van a casar es que no confundan el noviazgo con el matrimonio y que no se tomen licencias propias del matrimonio. Que respeten sus cuerpos. Ya me entienden.
– Hay un escritor de novelas románticas, Nicholas Spark, autor, entre otros de títulos: “Mensaje en una novela”; “Diario de una pasión”; “Querido John”; “Un paseo para recordar” o “Un lugar para refugiarse”, que ha vendido la friolera de 100 millones de ejemplares de sus veinte libros. Spark señala que el compromiso es definitivo para que un matrimonio funcione: “Mucho más que la comunicación o cualquier otro elemento; si uno no siente ese compromiso, la pareja no funciona”. ¿Crees que sin compromiso de permanecer juntos no puede haber un matrimonio duradero?
– Totalmente de acuerdo con Spark. Sin compromiso serio, al primer embate el matrimonio se puede desmoronar.
Tras casi siete décadas casado, Olaizola considera que «el verdadero amor está en crisis», en parte por la práctica de los «matrimonios a prueba», que «raramente funcionan». Su consejo, adoptar la mentalidad de que «el matrimonio es para siempre».
– Por lo tanto, ¿lo de vamos a probar a ver qué tal nos va está condenado al fracaso…?
– Los matrimonios “a prueba” raramente funcionan, aunque hay excepciones de gente que con el trato, acaban enamorándose. Yo no me atrevo a generalizar en este punto.
– Las estadísticas dicen que la mitad de los matrimonios que se casan en los últimos años fracasan… ¿El amor está en crisis?
– Es una triste realidad de que el verdadero amor está en crisis. En mi generación eran rarísimos los divorcios, porque nos casábamos con la mentalidad de que el matrimonio era para siempre. Ahora ya hemos visto que no es así.
– ¿El qué tú y Marisa vivierais el día a día siendo cristianos ayudó a vuestro matrimonio?
– El que Marisa y yo fuéramos cristianos creo que fue definitivo en la duración de nuestro matrimonio. Si teníamos un bache –que los tuvimos- nuestra fe nos ayudaba a superarlo.
– ¿Qué otros proyectos editoriales tienes en mente para escribir a tus 95 años?
– A los 95 años lo normal es haberte muerto o estar en sillas de rueda. Mi caso es excepcional: acabo de escribir y editar “Amores inciertos” (LibrosLibres), y una editorial, Imagina, acaba de reeditar Pelayo príncipe de los astures y Juan Sebastián Elcano, que los escribí hace un montón de años. O sea que sigo vivo literariamente.