Hace ya mucho tiempo que el matrimonio pasó a considerarse en términos de «auto-realización» o «auto-expresión», más que en términos de su finalidad intrínseca: la procreación y educación de los hijos y el sostén mutuo de los esposos. La cultura ambiente prescinde de ambos aspectos en aras de la satisfacción de los adultos y en detrimento del bien de los niños y del amor profundo, real, fiel y duradero entre hombre y mujer. El divorcio, la consideración como matrimonio de las uniones del mismo sexo o las formas de reproducción artificial son hitos de ese camino.
Y ahora llega el poliamor, que ha pasado de ser considerado una excentricidad a buscar un hueco en la legislación. Scott Yenor, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Boise (Idaho), explica la forma de enfrentarse a esta nueva amenaza a la familia en un reciente artículo en Public Discourse (los ladillos son de…
Autor: ReL
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