El pasado 3 de octubre, la Iglesia de Inglaterra (anglicana) anunció que la hasta ahora obispa de Londres, Sarah Mullally, sería la próxima sucesora de Justin Welby, es decir, la arzobispa de Canterbury, primada de Inglaterra y figura destacada en la comunión anglicana mundial.
Mullally se convierte así en la primera mujer en ocupar esa sede desde los orígenes anglicanos, lo que por sí mismo es un hito histórico. Pero el efecto que ha provocado ha sido devastador y quizás irreversible, en la comunión anglicana global.
El proceso de selección obedeció al mecanismo habitual en la Iglesia de Inglaterra: la Comisión de Nominaciones de la Corona (Crown Nominations Commission, CNC) analizó candidatos, después su nombre fue propuesto al Primer Ministro y, finalmente, aprobado por el soberano, el rey Carlos III. En términos anglicanos institucionales, el procedimiento es…
Autor: Zenón de Elea
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