De toda la vida, la gestión de los fondos del Instituto para las Obras de Religión, el popularmente llamado «banco vaticano«, ha sido una fuente de dolores de cabeza para la Iglesia. Congregaciones y diócesis de todo el mundo ponen dinero allí, especialmente para operaciones internacionales y actividades en las misiones, pero los excesos de confianza o falta de transparencia han sido causa de escándalos. En los últimos años se han multiplicado las iniciativas para que haya más controles y más acordes a la legalidad internacional.
Hace 4 años ya se revisaron aspectos de su Estatuto. Y ahora vuelven a cambiarse, siguiendo un dictamen de la Santa Sede, para adecuarse a la nueva Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, de marzo de 2022, que establece una amplia reforma en toda la Curia.
Como otras entidades vaticanas, la dirección del IOR y otros cargos en este organismo tendrán…
Autor: ReL
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