Durante estos días de Navidad hemos podido reunirnos con hijos y nietas fuera de Madrid. Las mañanas son muy frías y la niebla tarda en levantar, pero entonces todo el paisaje se pone glorioso, los rayos del sol rebotan en la bahía que, como si fuera un espejo, multiplica la luminosidad de forma increíble y salgo de paseo con mi nieta Sophie, que desde su cochecito disfruta mirando los árboles y los animales.
No ponemos la televisión y casi no se leen los periódicos. Muchos paseos y alguna excursión por montes y bosques húmedos y frondosos. Cocinar y comer juntos, partidas de cartas con las niñas, que van aprendiendo con una facilidad pasmosa. Es un gusto ver a los padres relajados y sin las preocupaciones cotidianas y un privilegio la convivencia con esas nietas deliciosas, que miran a sus abuelos como si fueran omnipotentes.
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Autor: Carmen Cabeza
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