Autor: Jorge Brugos
Me encuentro tomando un café en un restaurante cuando, de pronto, entran un grupo de parejas. La primera se sienta y nada más posar sus cosas en el asiento se ponen a whatsappear ignorando mutuamente su presencia. Tan sólo unos pequeños tramos de comunicación e interacción parecen descongelar el ambiente. Otros dos emulan sus praxis y el chico se limita a escuchar audios mientras su acompañante interacciona con el metaverso. Para colmo, otra de las parejas presentes está protagonizada por un hombre que se dedica a jugar a los marcianos con el móvil ante la inopia de su compañera. Surrealista.
Estamos anestesiados. Vivimos en el metaverso de Zuckerberg mucho antes de que lo haya creado. Nuestras estructuras antropológicas han sido viciadas por la revolución digital. Hemos caído en un infantilismo absurdo que será una de las causas de la caída de Occidente. Somos como niños y no asumimos las responsabilidades que se deben acarrear en determinados momentos. De la misma forma que no actuamos con la compostura correcta en un simple acontecimiento como es tomarse un café con tu pareja o amigos, tampoco sabemos el modo de funcionar ante coyunturas más relevantes. Por eso estamos en terapia, como reflejó aquella portada de El País. Pero no solo nuestros ciudadanos sino Occidente en sí. Hemos perdido el norte, la órbita.
Se está viendo ante la situación de Ucrania. No voy a hablar de geopolítica, eso se lo dejo a mi estimado Pedro Baños, pero como tanto repite Jano García, en los instantes importantes, Europa sólo parece estar capacitada para…
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