Autor: Pablo J. Ginés
¿Qué vieron los apóstoles, María Magdalena, los caminantes de Emaús y “más de 500 testigos”? Según los evangelios y las cartas de San Pablo, vieron a Jesús resucitado. Y así nació el cristianismo, justo después de la ejecución pública de Cristo.
Los eruditos bíblicos agnósticos, o de religión no cristiana, no creen que Jesús resucitara (básicamente porque se supone que los muertos no resucitan). Pero sí están convencidos de que esos primeros testigos sí creían haberlo visto.
Es decir: algo vieron, algo que les hizo cambiar sus vidas y el mundo, algo que ellos dijeron que era Jesús vivo de nuevo.
“Prácticamente cada estudioso bíblico de Occidente, independientemente de su trasfondo religioso, está de acuerdo en que los primeros seguidores de Jesús creían que Él se les había aparecido vivo. Esto es lo que puso en marcha a la mayor religión del mundo”, escribe en Christianity Today Justin Bass, autor de The Bedrock of Christianity: The Unalterable Facts of Jesus’ Death and Resurrection (El fundamento del cristianismo: los hechos inalterables de la muerte y resurrección de Jesús).
El procónsul cordobés y la fecha indiscutible: 55 d.C.
En el año 55 d.C. San Pablo escribe su primera carta a los Corintios. La fecha de este texto es de las más seguras de la Biblia, ya que se basa en el proconsulado del cordobés Galión (hermano del filósofo Séneca) en Corinto, arqueológicamente datado. En esa carta del año 55, Pablo recita un himno que él había aprendido, probablemente de los apóstoles, en Jerusalén, y que había enseñado a los corintios. Casi con seguridad la gente lo memorizaba con música, como una canción.
“Yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí:
que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras;
y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras;
y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce;
después se apareció a más de 500 hermanos juntos,
la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto;
después se apareció a Santiago,
más tarde a todos los apóstoles”
(1 Corintios 15, 3-8).
Así, Jesús es crucificado en el año 30 (o 33, según otra posibilidad) y tenemos un texto bien datado de 25 años después hablando de sus apariciones. Recuerde el lector dónde estaba hace 25 años, tres años después de los juegos de Barcelona 92. ¿Cuánto cuesta en 2020 encontrar testigos vivos de lo que pasó en Barcelona 92? Es fácil de hacer.
Pablo dice que él transmite lo que recibió. Muchos expertos consideran que Pablo se convirtió en el año 35 y visitó Jerusalén en el año 38, donde Pedro y los apóstoles le instruyeron. Probablemente fue entonces cuando aprendió de ellos este himno… un himno que enumeraba las apariciones cuando no habían pasado ni 8 años desde la muerte de Jesús. Incluso el uso de la palabra aramea Cefas (en vez de la griega Petros) muestra que el himno probablemente tenía una primera versión en arameo.
No hay un texto similar en la literatura antigua pagana ni judía
“Este catálogo de apariciones de resurrección no tiene paralelo en el Nuevo Testamento, de hecho, ni siquiera en toda la literatura antigua”, detalla Justin Bass. No hay catálogos de apariciones de muertos a personajes antiguos griegos, romanos, judíos o paganos.
No existen textos antiguos que digan “el fantasma de Fulano se apareció a Mengano, tiempo después a Zutano y pasado un mes a 50 testigos más”. Y mucho menos textos que añadan que la mayoría de los testigos aún viven.
Pablo, según Justin Bass, básicamente “está invitando a los miembros de la Iglesia de Corinto a viajar a Jerusalén a hablar con estos testigos, investigar por ellos mismos cómo fue ver al Jesús resucitado. Podemos ver que un testimonio firme de testigos oculares de Jesús resucitado era fácilmente accesible en las décadas después de la resurrección”.
El caso de María Magdalena
En la lista no aparece por su nombre María Magdalena, pero ella sí sale con una relevancia asombrosa en los Evangelios. ¿Por qué los evangelios hablan de María Magdalena? Porque fue testigo de que «algo pasó».
Jesús y la Magdalena (1835), de Alexander Ivanov (Museo Estatal Ruso).
El estudioso agnóstico Bart D. Ehrman escribe en su libro How Jesus Became God que “es significativo que María Magdalena tenga esa prominencia en todas las narraciones de resurrección en los evangelios, cuando ella está prácticamente ausente en el resto del texto evangélico. Sólo se la menciona una vez en todo el Nuevo Testamento en conexión con Jesús en su ministerio público (en Lucas 8,1-3). Y, sin embargo, ella es siempre la primera en anunciar que Jesús ha resucitado. ¿Por qué es así? Una explicación plausible es que también ella tuvo una visión de Jesús tras morir él”.
Ehrman es agnóstico, pero plantea que perfectamente María Magdalena pudo anunciar -y convencer a muchos- que había visto a Cristo resucitado.
Anunciar la resurrección no salía gratis
Anunciar que Cristo había resucitado no era un hobby inocente. Era algo que complicaba mucho la vida, en parte por la persecución violenta de grupos judíos hostiles, en parte por el desprecio de paganos burlones. Pablo, en Atenas tenía cierto éxito entre los filósofos, hasta el momento en que habló de que Cristo resucitó… ahí perdió casi todo su público.
San Pablo en 2 Corintios 11, 23-33, enumera después cosas que ha vivido: ha sido apaleado, encarcelado, lapidado, ha naufragado… todo por anunciar que Cristo resucitó.
La tradición dice que murieron mártires todos los apóstoles, menos Juan (y Judas, se entiende). Anunciar sus visiones del Resucitado no les daba ventajas mundanas, sino persecuciones. Pero perseveraron en ellas.
La incredulidad de Santo Tomás, por Caravaggio, pintado en1602.
¿Qué sabe la ciencia sobre las alucinaciones en grupo?
A menudo hay quien responde que esas visiones fueron “histeria de masas” o “alucinaciones en grupo”. Pero ¿qué sabe la ciencia sobre las “alucinaciones en grupo”?
Justin Bass acude al libro de 2005 Resurrecting Jesus de Dale Allison, que recopila datos sobre estudios científicos acerca de alucinaciones. Los datos en los estudios muestran 4 cosas:
– rara vez se dan alucinaciones en grupos durante un periodo extenso de tiempo
– de hecho, rara vez hay alucinaciones en grupos grandes, de más de 8 personas
– no se conoce ningún caso en que una alucinación haya llevado a nadie a proclamar que un muerto ha resucitado
– la gente no tiene alucinaciones en las que salen sus enemigos (detalle interesante para el caso de San Pablo)
Parece que el caso de Jesús incumple estas 4 cosas que sabemos sobre las alucinaciones. Dale Allison escribe: “Una persona puede alucinar, pero ¿doce a la vez? ¿Y docenas durante mucho tiempo? Estas preguntas son legítimas, y agitar la varita mágica de la ‘histeria de masa’ no hará que desaparezcan”.
«No sé que pasó, pero algo pasó»
Los textos bíblicos son una evidencia histórica robusta, firme, y muy especial. Ante ella, los historiadores e investigadores agnósticos suelen concluir: “no sé lo que pasó, pero algo pasó”.
Así, por ejemplo, el erudito E.P.Sanders, que en su libro de 1985 Jesús y el judaísmo declaraba ser un «protestante liberal, moderno, secularizado», escribió en The historical figure of Jesus: “Que los seguidores de Jesús, y luego Pablo, tuvieron experiencias de la resurrección es, a mi juicio, un hecho. Qué realidad hizo surgir esas experiencias, no lo sé”.
Bass cita también a la estudiosa Paula Fredriksen, que se educó como católica pero luego se hizo judía.
Ella dijo en un documental de la ABC en el año 2000 titulado The search for Jesus: «Sé que, en sus palabras, lo que vieron era a Jesús resucitado. Eso es lo que dicen, y toda la evidencia histórica de que disponemos atestigua su convicción de que eso es lo que vieron. No digo que realmente vieran a Jesús resucitado. No sé lo que vieron, yo no estaba allí. Pero sé, como historiadora, que debieron ver algo».
¿Por qué no hay apariciones más fantasiosas y «esperables»?
Hay quien critica que los testimonios de las apariciones sean “fragmentarios”. Pero, precisamente, que no estén adornados o no sean aún más les da credibilidad. No dan lo que pide “el público”.
El público, la devoción popular, querrían que se apareciese a sus jueces injustos (Pilatos, Caifás) para regañarlos o castigarlos, o a su madre, la Virgen, para consolarla. Pero los evangelios canónicos no recogen nada de eso.
San Juan Pablo II predicó sobre eso en una catequesis en 1989.
“Después de la resurrección, Jesús se presenta a las mujeres y a los discípulos con su cuerpo transformado, hecho espiritual y partícipe de la gloria del alma: pero sin ninguna característica triunfalista. Jesús se manifiesta con una gran sencillez. Habla de amigo a amigo, con los que se encuentra en las circunstancias ordinarias de la vida terrena. No ha querido enfrentarse a sus adversarios, asumiendo a actitud de vencedor, ni se ha preocupado por mostrarles su ‘superioridad’, y todavía menos ha querido fulminarlos. Ni siquiera consta que se haya presentado a alguno de ellos. Todo lo que nos dice el Evangelio nos lleva a excluir que se haya aparecido, por ejemplo, a Pilato, que lo había entregado a los sumos sacerdotes para que fuese crucificado (Cfr. Jn 19, 16), o a Caifás, que se había rasgado las vestiduras por la afirmación de su divinidad”.
Las apariciones de Jesús en los Evangelios, reforzadas por la cita de Corintios, sin acumular triunfalismos ni escenografías impactantes, parecen dar más solidez a su credibilidad.
Justin Bass concluye: “incluso desde la perspectiva de los estudiosos más escépticos, el peso del registro histórico testimonia que muchos individuos y grupos creyeron que habían visto a Cristo resucitado. Toda la evidencia de la que disponemos sugiere que su testimonio ocular es fiable y honesto. ¿Por qué no creerles?»
(Artículo publicado originariamente en ReL en abril de 2020)