Me he pasado años dando vueltas felizmente alrededor del buen humor de Cristo. Hasta he escrito un libro. Los milagros despliegan una gracia especial. Entre otras cosas, llama mucho la atención la de veces que Jesús le pide a los curados que no cuenten nada, y éstos, en cambio, enseguida se ponen a darle al pico.
Sobre tanta desobediente locuacidad ensayé interpretaciones diversas. Gracias al milagro de Jimena, la joven que ha recuperado la vista en la JMJ, he visto una explicación más sencilla. Y por eso –navajita plateá de Ockham–, seguramente correcta.
Jesús pediría que no lo dijesen a nadie para no crearles problemas. Uno va por ahí diciendo que le han regalado un milagro y se le echan encima toneladas de una paradójica mezcla: incredulidad y envidia. Que provoca comentarios cínicos y desdeñosos o los ilustrativos sobre la mayor importancia de los milagros…
Autor: Enrique García-Máiquez

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