La vida de Stid Jampier muestra hasta qué punto la ausencia de una familia unida y entregada puede influir en los hijos. Criado en Ecuador junto a sus abuelos, sin ver a sus padres, separados y cada uno en una ciudad de España, asumió la convicción de que involucrarse o entregarse no podía ser algo real ni aportar nada bueno. Él solo quería a su familia, y por mucho que rezaba, pensaba que ni si quiera Dios escuchaba sus oraciones.
Al no tener «esa guía» familiar, recuerda que ya desde los cinco años le acompañó una continua rebeldía. «Al principio fue bien. El problema es que quería estar con ellos», lamenta en Cambio de Agujas a sus 23 años.
Con 9 tuvo un atisbo de esperanza cuando le dieron la posibilidad de ir a España junto a su madre.
«Pensaba que vendría, pasaría tiempo con ella… pero no fue así. Ella trabajaba y estaba solo todo el día. Echaba de menos…
Autor: José María Carrera
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