El teólogo jesuita Julio Lebreton en su obra La vida cristiana en el primer siglo de la Iglesia destacó cómo los primeros apologistas clamaban sin ambages que Jesucristo era el único Maestro y que no había necesidad de acudir a otra escuela que la del Verbo de Dios. Citaba para ello a Clemente de Alejandría: “Si no existiera el sol, estaríamos sumidos en tinieblas… Si Dios no nos iluminara, en nada nos diferenciaremos de las aves que se engordan en la oscuridad, destinadas a asador».
Autor: Eduardo Gómez
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