Entre los escritores católicos de finales del siglo XIX, pocos han dejado una huella tan profunda como León Bloy (1846–1917). Su vida estuvo marcada por la pobreza material y una fe abrasadora que impregnó toda su obra. Amigo de Charles Péguy y maestro espiritual de Jacques y Raïssa Maritain, Bloy fue un hombre que escribió con el corazón encendido y la pluma empapada en oración. Para él, la literatura no era entretenimiento, sino misión: una forma de buscar la verdad y de hacer visible a Dios a través de las palabras.
Vivió en un tiempo en que el arte se volvía cada vez más estético y menos espiritual. Frente al positivismo y la indiferencia religiosa, Bloy denunció un mundo que había perdido el sentido del misterio y del sufrimiento. “El mundo moderno ha perdido el sentido de la lágrima”, escribió, lamentando la frivolidad de una sociedad que ya no sabía…
Autor: INFOVATICANA
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