Por David G. Bonagura, Jr.
El cristianismo es una religión de paradojas. Una de ellas es la extraña relación entre el mundo natural, que vemos, y el mundo sobrenatural, que no vemos. Este último es donde Dios habita y es nuestro hogar definitivo. Al mismo tiempo, está siempre presente: sostiene y penetra el orden natural mientras nos envuelve de múltiples maneras.
Dios está presente en nosotros mediante la gracia sacramental y delante de nosotros en la Eucaristía. También está presente en los demás, en las personas con las que nos encontramos, hecho asombroso que Jesús enseñó claramente: los actos de caridad trascienden ambos mundos. «En verdad os digo, que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mateo 25,41).
Servir a los demás es tan esencial en la práctica cristiana como el culto dominical, la oración y el
Autor: The Catholic Thing
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