Autor: Carlos Esteban
Resulta tentador leer la elección de Robert McElroy, obispo de San Diego, para el colegio cardenalicio como la respuesta del Vaticano a la decisión del arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, de ordenar a sus sacerdotes que nieguen la Comunión a la política proabortista Nancy Pelosi.
Lo distintivo del cardenalato es que convierte a sus miembros en electores del Papa, por lo que la elección de los cardenales es un manifiesto tácito del Papa reinante sobre el perfil del pontífice que quiere para su sucesor.
Francisco se ha mostrado especialmente activo en este campo, ampliando el número de cardenales e ignorando la política de sus predecesores, que solían alternar aspirantes de una y otra tendencia. El Santo Padre hoy solo elige a quienes se alinean claramente con sus propias líneas o, en el peor de los casos, no se hace notar por su postura contraria.
Y es que…