La vida espiritual tiene bastante paralelismo con la vida física. Si uno va al médico y este le dice que va a venirle una diabetes de caballo o un cáncer galopante de pulmón en caso de que haga tal cosa y tal otra o de que no haga otras cosas convenientes para la salud (por ejemplo, ejercicio, dejar de fumar…); si, a pesar de esas indicaciones «del que sabe», uno no hace caso y obra en sentido totalmente contrario a las recomendaciones, lo normal es que le venga la enfermedad prevista por el médico y la falta de salud. Luego llegarán los lamentos, pero el culpable no es el médico que advierte, sino uno mismo, que ha sido necio y negligente.
En el plano espiritual, hacemos lo mismo: queremos enmendar la plana a Dios, que es «el médico que sabe» y nos da unas «indicaciones» (los mandamientos) que, si desobedecemos, producen el agostamiento o la enfermedad del alma (algunas,…
Autor: Miguel Ángel Irigaray Soto
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