Autor: Pedro Trevijano
En todas las épocas de la Humanidad ha habido gente que ha intentado ser fiel a Dios y a la propia conciencia, incluso al precio de su vida, y así encontramos en el Antiguo Testamento varios profetas y bastante gente normal que supo dar su vida por sus convicciones.
El libro de Hechos de los Apóstoles afirma “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (5,29 y 4,19), y por ello el seguimiento de la propia conciencia es un deber moral y religioso, que en el plano civil se fundamenta en el artículo 18 de la Declaración de Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”. Es decir, la libertad de conciencia es un derecho humano fundamental, aun desde el punto de vista civil.
No nos olvidemos además de que la conciencia individual es la instancia suprema de moralidad subjetiva o de licitud, por lo que puede suceder y de hecho…