El proceso de conversión surge siempre por la iniciativa salvífica de Dios, salvación que se realiza por la muerte y resurrección de Cristo y supone nuestra reconciliación con Dios. Es Dios mismo quien efectúa esta reconciliación, al perdonar la culpa con su gracia, si bien debemos cooperar con nuestros actos: la contrición y el arrepentimiento, la confesión oral y el cambio de vida, significado por la satisfacción.
Así lo explica San Juan Pablo II en la exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio et Paenitentia de 1984: «El término y el concepto mismo de penitencia son muy complejos. Si la relacionamos con metanoia, al que se refieren los Sinópticos, entonces penitencia significa el cambio profundo de corazón bajo el influjo de la Palabra de Dios y en la perspectiva del Reino (cf. Mt 4, 17; Mc 1, 15). Pero penitencia quiere también decir cambiar la vida…
Autor: Pedro Trevijano

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