La Iglesia no es una empresa. Lo hemos dicho antes y lo repetiremos. También es parcialmente cierto que lo importante para la Iglesia no son los números. Pero esos ‘números’ son, en realidad, almas, almas que se ganan para la salvación o se pierden.
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”, el último encargo de Jesús a los discípulos, parece indicar un mandato que tiene que ver, a escala meramente humana, con el marketing. De hecho, la misión expresa del Concilio Vaticano II (o meramente “el concilio”, porque a veces se diría que no ha habido ningún otro) era llegar a todos los hombres de nuestro tiempo adaptando, si era necesario, las formas para alcanzar a más.
Esa era la meta confesa y en eso es en lo que la Iglesia ha fracasado espectacularmente. Por eso es bueno, o útil, que alguien que mire las cosas desde fuera, que no esté…
Autor: Carlos Esteban
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