Al igual que ocurrió al inicio de la pandemia de coronavirus se están repitiendo de nuevo las imágenes de bebés recién nacidos acumulados uno tras otro en frías habitaciones, pero ahora es incluso mucho más grave pues Ucrania está en plena guerra e invadida por tropas rusas.
Ucrania no era hasta ahora únicamente el llamado “granero de Europa” por sus grandes exportaciones de cereales sino que además es la principal granja de bebés, a través de una desarrollada, legal y creciente industria de los vientres de alquiler. Parejas de todo el mundo encargaban allí sus niños, y una mujer ucraniana hacía de gestante hasta el parto para después entregar los bebés a los compradores.
Sin embargo, al igual que ocurrió con el gran confinamiento ahora la guerra impide a estas parejas recoger a los recién nacidos poniéndose una vez más de manifiesto como el bebé es en los vientres de alquiler un mero producto más de compra-venta y que por motivos extraordinarios ahora a este “stock” no puede dársele salida. La diferencia es que son seres humanos y no trigo o aceite de girasol.
No se conocen cifras exactas de los niños que son encargados a vientres de alquiler cada año en Ucrania. Se estima que son entre 2000-3000, siendo ésta una estimación a la baja. Hay decenas de agencias que se encargan de estas prácticas. Algunas tienen sólo un pequeño número de mujeres disponibles para alquilar su útero, pero las más grandes tienen hasta 500 madres a disposición.
De este modo, estos días según van naciendo niños deben ir acumulándose en sótanos y refugios, evitando así los bombardeos rusos. Si la falta de apego de los recién nacidos con sus madres (llamada mujer gestante) ya tiene consecuencias negativas para los niños, esta situación es si cabe más perjudicial para los pequeños.
Tres son los principales problemas que se dan en estos momentos con la guerra de Ucrania:
-la seguridad de un número creciente de bebés en refugios con cuidados cada vez más precarios en un ambiente bélico.
–la situación en la que quedan las llamadas madres gestantes. Además de la guerra en su país y su propia situación familiar se une la presión de las personas que desde miles de kilómetros de distancia presionan para que “su bebé” siga los cuidados necesarios para ser un “producto óptimo”.
-la más que posible destrucción de miles de embriones congelados debido a los problemas de suministro eléctrico y los bombardeos, con el problema ético añadido que esto conlleva.
Muy pocas parejas han logrado poder llevarse a estos niños. Entrar y salir del país para los extranjeros es prácticamente imposible y además no hay vuelos disponibles. Pero desplazar hasta la frontera a tal cantidad de bebés es igualmente irrealizable.
Lo que sí se están dando son casos de madres gestantes que están huyendo con sus familias e intentando salir del país.
Es el caso de Svetlana, madre gestante contratada por el matrimonio australiano Emma y Alex Micallef. Esta ucraniana logró llegar a Moldavia junto a otras madres de alquiler. Ahora están alojadas en un pequeño apartamento, pero al menos ya están lejos de la guerra.
Sin embargo, en este momento se da otro importante dilema que muestra qué hay detrás de los vientres de alquiler. Si el bebé nace en Moldavia Svetlana, según la legislación de este país, será la tutora legal. Ella podría darlo posteriormente en adopción pero podrían pasar años antes de que este matrimonio australiano pudiera llevárselo a su país.
Imagen de un refugio con numerosos bebés nacidos por vientres de alquiler
¿Qué van a hacer entonces? Ya lo han decidido. Cuando se acerque el momento del parto, Svetlana deberá volver a entrar en Ucrania haya o no guerra en ese momento para dar a luz en una ciudad cercana a la frontera. La seguridad de la gestante pasa a un segundo plano, pero en consecuencia también la del niño, pues lo importante para los compradores es garantizar tener ya al bebé y no tener que esperar meses o años.
La agencia que utiliza este matrimonio es pequeña, actualmente gestiona nueve vientres de alquiler, pero la agencia más grande de Ucrania actualmente tiene 500 madres gestantes en diferentes etapas del embarazo.
Cuarenta y un bebés bajo su cuidado están “varados” en Kiev. Muchos de estos niños están siendo atendidos en una guardería en el sótano de Kiev mientras las fuerzas rusas asedian la ciudad y la bombardean. Cada día nacen más niños y “si nada cambia en el futuro cercano, es posible que tengamos 100 bebés bajo nuestro cuidado», cuenta Denys Herman a la BBC, asesor legal de la agencia.
BioTexCom, una de las agencias más conocidas, ha publicado un vídeo para tranquilizar a los contratantes, pero lejos de conseguirlo preocupa la situación tan poco adecuada de una empresa de cría de bebés en medio de una guerra.
En él se ve una mujer joven con miedo en los ojos guía a los espectadores a través de estrechos pasillos hasta una gran sala con sacos de dormir, máscaras antigás, una cocina lúgubre, un baño pequeño y estantes con comida enlatada, pañales y fórmula para bebés. Un lugar que da la impresión de frío.
Pero además Mercatornet pone el foco en otro asunto con graves implicaciones éticas. Algunas clínicas con sucursales en la cercana Georgia, país que también permite estas prácticas, quieren transferir sus embriones de Ucrania a Georgia a través del Mar Negro. Pero sus posibilidades son escasas en este momento: no hay vuelos comerciales y es poco probable que el ferry de 39 horas de Chornomorsk a Batumi esté funcionando.
“Los peligros de la guerra en Ucrania han puesto al descubierto la inhumanidad de la industrialización de la reproducción humana. Miles de embriones, es decir, bebés congelados, corren el riesgo de perecer si se interrumpe el suministro eléctrico. Las mujeres embarazadas de los hijos de otras mujeres corren el riesgo de ser abandonadas por médicos empleados por una empresa con fines de lucro. Los padres encargados se han convertido en pequeños engranajes de una máquina de guerra. El amor, incluso el amor entre las ruinas, no estaba destinado a ser así”, afirma Michael Cook en Mercatornet.