Cuando oímos estos dos términos, fecundidad y matrimonio, pensamos rápidamente en los hijos nacidos del matrimonio, estos regalos (eso significa don) que Dios, con la colaboración de los esposos, les regala. En la celebración de la boda se recuerda a los cónyuges el compromiso de acoger los hijos que Dios les conceda, de cuidarles y de educarles.
Pero la fecundidad matrimonial no se reduce solo a tener hijos, aunque ciertamente es algo importante y hermoso. ¿Por qué, me he preguntado más de alguna vez, hay personas que se casan con 50 o 60 años? Su matrimonio tiene el mismo valor sacramental que el de unos jóvenes treintañeros. La fecundidad, también la fecundidad matrimonial, va más allá de la generación de nuevos hijos. Llega a la tranmisión de la belleza, del amor, del bien. Por eso también estos matrimonios “mayores” son fecundos, se aman y transmiten el…
Autor: José Francisco Vaquero
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