Se escucha y se lee en los medios subvencionados, y cada vez más a menudo, la expresión “ultracatólico» con un uso inequívocamente peyorativo. En contraposición, se erige mediáticamente el católico “progresista” o “liberal”, que ya San Pío X hace más de un siglo identificó con el mal del modernismo (el compendio de todas las herejías: cfr. Pascendi, 38).
El uso de este disfemismo de la factoría de la cancelación woke se sirve de la jerga política para trasladar apelativos despectivos, en este caso, al catolicismo, mientras otros aprovechan el tirón para lanzar el mensaje subliminal de que donde más se atesoran virtudes/votos es en lo católico “moderado” (¿el que se pone de perfil?). Pero ese paralelismo deliberado es una falacia porque sólo hay una doctrina de la Iglesia católica, luego sólo tiene cabida ser católico “a secas”, y que se tenga…
Autor: Marta Pérez-Cameselle

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