Volviendo el otro día de llevar a algunos de mis hijos al colegio, vi a una chica con el mismo uniforme que caminaba en dirección contraria al centro escolar. Al cabo de unos instantes, se encontró con un chico de otro colegio cercano, que parecía estar esperándola, y se marcharon los dos juntos. Me pareció estar viendo la caída de Occidente.
No me refiero, claro está, al hecho de que un chico y una chica se saltaran las clases, que es algo que habrá sucedido infinidad de veces a lo largo de la historia, sino a lo que no sucedió. O mejor dicho, a lo que yo no hice: no les dije nada y seguí mi camino en el coche. Es decir, lo mismo que habría hecho cualquier otro.
Autor: Bruno Moreno
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