“En la Iglesia caben todos” es quizás la frasecita de turno más usada y manoseada por quienes indebidamente “acogen el pecado”; ¡ojo!, no digo a los pecadores, que por supuesto, cabemos todos, pero apercibidos de que ante el pecado sólo cabe la conversión, que presupone el arrepentimiento, la confesión, el propósito de enmienda y la penitencia.
Ahí está precisamente el quid de la cuestión: “La falta de sentido de pecado”, que hoy en día campa a sus anchas. El mal por excelencia de esta época que nos ha tocado vivir, triunfo indiscutible del diablo. Y la principal responsabilidad de esta extendidísima falta de sentido de pecado la tienen no pocos curas, que por desgracia están creciendo en número porque no se corta de raíz el problema (quienes pecan de acción, y quienes pecan de omisión). Hoy presenciamos, lamentablemente, declaraciones y hechos de…
Autor: Marta Pérez-Cameselle
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