Autor: Mercedes de Bonilla
La fiesta de Pentecostés puede ser una buena oportunidad para ir configurando una iglesia doméstica. Los sucesos que se narran en los Hechos de los Apóstoles tuvieron lugar en una casa, donde se alojaban los discípulos. Como una gran familia, estaban todos juntos. La Iglesia insiste en la necesidad de que sean las familias las protagonistas de la nueva evangelización. Esta nueva efusión sólo podrá darse si se vive una renovación en el Espíritu que tenga como centro la oración en el hogar. Complementado con la parroquia, o con otras realidades eclesiales, esta dinámica de cenáculos domésticos genera espacios fecundos de fe.
La iglesia doméstica que vive la realidad de Pentecostés implicará una singular vivencia de los dones del Espíritu Santo. Es la misma promesa del Padre que tanto deseó darnos Jesús y es la misma que vemos en la Palabra. No se trata de una creencia intelectual….