Entre los años 820 y 830 d.C., un ermitaño llamado Pelayo presenció una lluvia de estrellas que descendía sobre un campo. Al investigar, descubrió un antiguo mausoleo e informó rápidamente al obispo Teodomiro de Iria Flavia (Padrón). Tras tres días de meditación y ayuno, el obispo tuvo una revelación en la cual se le hacía saber que en el mausoleo contenía los restos del apóstol Santiago y de dos de sus discípulos.
Dicha nueva fue pronto comunicada al rey Alfonso II de Asturias, quien ordenó la construcción de una pequeña iglesia alrededor de la tumba. Este acontecimiento marcó el inicio de la tradición de la tumba del apóstol Santiago, registrada en el siglo XII, y del fenómeno jacobeo, que sigue atrayendo a millones de peregrinos y visitantes a la catedral de Santiago de Compostela.
A pesar de la importancia de esta historia, poco se sabía del obispo…
Autor: Religión Confidencial
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