Cuando yo era un niño, estudiaba en la escuela la “Historia Sagrada”, un resumen de los acontecimientos más señalados del Antiguo y del Nuevo Testamento, es decir, una introducción a las Sagradas Escrituras al nivel de la comprensión de un niño, suficiente, sin embargo, para permitirnos adquirir una elemental cultura bíblica, una semilla capaz de fructificar más adelante en las adecuadas condiciones.
Estudiábamos también “otra Historia”, la de los reyes, las batallas, las conquistas y los imperios, de modo que, corriendo el tiempo, si esa semilla no se regaba adecuadamente, llegábamos a hacernos a la idea de que había una Historia “de verdad”, esa de los reyes y las batallas, y otra que había pasado hace mucho, mucho tiempo, un tiempo que ya no era el nuestro, un tiempo remoto en el que Dios hablaba con los hombres. De ese modo, perdíamos el sentido de la…
Autor: redaccioninfovaticana
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