Una de mis anécdotas preferidas es la historia de dos caballeros que sostenían una viva discusión en una taberna. La cuestión fue encendiéndose. Tanto que uno de ellos, acalorado, arrojó el vino de su copa al rostro de su oponente. Éste, limpiándose con su pañuelo el desperdiciado néctar, contestó, impertérrito: “Eso ha sido una digresión, aún espero el argumento”. Charlie Kirk, el activista de derechas de 31 años, asesinado de un tiro en la cabeza durante un acto en la Universidad de Utah, podría replicar lo mismo a su asesino (y a los que celebran su muerte).
Autor: Enrique García-Máiquez
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