Durante mucho tiempo, quiero decir cientos de años, España se llevó muy bien con la Iglesia católica. O a la inversa, la Iglesia se llevó de maravilla con España, aunque hubieran tenido sus rifirrafes, incluso en los tiempos de mayor asimilación entre ambas. Un católico español de a pie sabía que su rey, sus príncipes y señores apoyaban siempre la religión, esto es, a la Iglesia, pese a tenérselas tiesas con algún Papa u obispo concreto. Y, a la vez, ese católico sabía que la Iglesia no dejaba de apoyar a este reino o a estos reinos (que fueron varios durante siglos) porque eran cristianos hasta la médula, es decir, eran de los suyos.
Autor: Enrique Álvarez
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