Para crecer como personas, debemos vivir la «libertad de maniobra» -la libertad de hacer lo que uno desea- con tal energía interior que se convierta en «libertad creativa», libertad para hacer el bien a los demás; cultivar la independencia con tal decisión que florezca en solidaridad; amar la vida interior con tal empeño que nuestro mayor afán sea crear formas auténticas de vida comunitaria. Esto es, justamente, lo que explica que los buenos voluntarios confiesen a menudo que «reciben más que lo que dan».
Pero lo bello de su actitud es que no calculan ni lo que dan ni lo que reciben. Se mueven en el nivel de la gratuidad. Y ésta no sabe de cálculos. Se expande como la luz, que no es vista por nosotros, pero nos hace ver.
El voluntario da al necesitado su tiempo y sus habilidades, para ofrecerle consuelo, y el mayor consuelo consiste en darse, e invitar a responder con…
Autor: Alfonso López Quintás
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