Autor: Enrique García-Máiquez
Recibo un mensaje: «¿No te está resultando interesante ver cómo el periodista que por la mañana festeja que la chica de 16 pueda abortar sin el consentimiento que necesita para la excursión al Escorial del martes con el cole, cuando llega el telediario de la tarde esté completamente escandalizado de que su noviete americano no pueda ni pedirse un whisky hasta cumplir los 21 pero sí tener un rifle desde los 18?» Pienso que, con más gracia, es el artículo que ya escribí hablando de la incoherencia de la ley del aborto. Sin embargo, aprovechando que «no hay mejor espejo/ que el amigo viejo», descubro un fallo en esta argumentación, que ha sido la mía hasta ahora mismo.
Estamos cayendo en una trampa muy sutil. Todos nos hemos apresurado a hacer las comparaciones del aborto con las excursiones del colegio y la prohibición de tomarse no sólo una cerveza sino incluso una copa de fino antes…