Cuando se lee el sermón de la montaña, inmediatamente tendemos a defendernos de él, en lugar de acogerlo con alegría, como una buena noticia. Es instintivo y automático en el hombre caído, porque lo que dice el sermón nos parece algo imposible e incluso inhumano. Como nos da vergüenza taparnos los oídos, que es lo que nos gustaría hacer, nos apresuramos a buscar razones, excusas, interpretaciones alternativas o lo que sea menester para convencernos a nosotros mismos de que eso no va con nosotros y no se supone que debemos hacer todo eso que dice el Señor.
La más frecuente de esas excusas que buscamos consiste en asegurar, con aire de sabiduría y erudita hermenéutica, que en realidad se trata de un texto hiperbólico, es decir, una exageración literaria para hacer más impresión. A los hebreos, dice la excusa, les gustaba mucho exagerar, pero todo el mundo…
Autor: Bruno Moreno
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