Todos los años por estas fechas, cuando se lee en Misa el evangelio de Marta y María, sucede lo mismo, como en uno de los antiguos cines de sesión continua: unos no escuchan, así que no se dan cuenta de nada; otros se escandalizan por lo que dice el evangelio y refunfuñan por lo bajo, y los sacerdotes, en general, intentan explicar el pasaje evangélico de modo que no escandalice a nadie, señalando (correctamente) que tan santa es Marta como María, que tanto la acción, como la contemplación son necesarias, que Marta hizo mal en quejarse de su hermana y consideraciones similares.
Todo muy comprensible, pero, por alguna razón, no termina de funcionar y, al año siguiente, muchos fieles vuelven a sentirse escandalizados, de nuevo los sacerdotes intentan desescandalizarlos sin mucho éxito y vuelta a empezar. A mi entender, la solución a este peculiar eterno retorno está…
Autor: Bruno Moreno
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