Autor: Julián Lozano
Las etiquetas se ponen a las cosas, o a las realidades que cosificamos. Las identifican desde fuera, para facilitar la comprensión de lo que hay dentro. Son útiles para el consumo, y también para el estudio: nos ayudan a clasificar corrientes y autores, y así recordamos mejor quiénes eran los filósofos racionalistas y los idealistas, y antes de ellos los presocráticos, los platónicos, los tomistas y otros más. Pero para lo que no sirven las etiquetas es para las personas en su condición individual, en lo que son como seres únicos e irrepetibles.
En el ámbito civil se ha extendido en las últimas décadas con mucha fuerza la etiqueta LGTB, que después ha ido añadiendo siglas hasta ser LGTBIQ+ (puede que se hayan añadido más y no esté a la última). La propuesta ha sido identificar a las personas en función de su atracción o su autopercepción sexual, haciendo sustantivo lo que es…