El cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal ha pronunciado un discurso contundente y ha trascendido de lo políticamente correcto. Eso sí, sin perder las formas y con su tono amigable al que estamos acostumbrados.
En la apertura de la 119º Asamblea Plenaria que celebran los obispos esta semana, Omella ha arremetido contra las ideologías dominantes como la ideología de género y la cultura woke, y contra la libertad de expresión. Ha defendido a la familia y la libertad de conciencia. Ha criticado a ciertos medios de comunicación que «afean» el «verdadero rostro y misión de la Iglesia».
Y estas palabras han escandalizado a algún que otro medio de información religiosa cuyo discurso lo ha comparado con los que pronunciaba Rouco Varela en la era de Benedicto XVI. Increíble.
Muchos católicos esperan que la Iglesia, sobre todo su jerarquía, sea, digamos más valiente para denunciar la cultura de la cancelación a la que estamos inmersos muchos creyentes. Esta denuncia está siendo protagonizada por muchos laicos, y en ocasiones, parece que los obispos, algunos, muchos o pocos, no quiero cuantificar, están callados cuando deberían defender a la Iglesia.
Recojo algunas frases de Omella más destacadas, de uno de sus discursos más valientes:
“La tentación de los poderes públicos respecto a la Iglesia se ha movido entre dos extremos: verla como un enemigo, o tratar de apoderarse y servirse de ella. Conviene recordar que la Iglesia no tiene intereses económicos, geoestratégicos ni ideológicos particulares».
«La CEE ha encargado al prestigioso despacho de abogados Cremades & Calvo-Sotelo una auditoría independiente sobre la gestión de los casos de abusos sexuales ocurridos en el seno de la Iglesia católica en España». «Con este paso se añade transparencia, rigor técnico y consistencia jurídica a la hora de abordar un drama que para la Iglesia es lacerante, y por ello reitero nuestra humilde petición de perdón por cada caso, y quiero subrayar una vez más que las víctimas son nuestra prioridad absoluta”.
“La objeción de conciencia es un derecho necesario en la vida democrática, es una garantía de verdadera convivencia, ya que permite un espacio seguro para todos frente a cualquier tentativa de abuso del poder o de imposición de la opinión mayoritaria. Es una inquietante paradoja que mientras nuestra cultura exalta una libertad sin vínculos, se pretenda reducir el ejercicio concreto y real de la libertad. Reducir la protección jurídica de la objeción de conciencia, degradaría nuestra convivencia y nos acercaría a los usos propios de los Estados totalitarios”.
“La Iglesia desea presentar la belleza del matrimonio, de la unión fiel y definitiva entre un hombre y una mujer abiertos a la vida. Que la Iglesia celebre el matrimonio es una auténtica profecía para el mundo».
“Estamos viendo muy de cerca lo que supone que la libertad y el derecho a la vida de muchas personas se vea amenazado y negado. En esta hora difícil, es necesario reivindicar la democracia y el orden internacional basado en el Derecho. Eso requiere liderazgo político y un cambio cultural y moral para recuperar los pilares sobre los que ha nacido el proyecto europeo, un camino de comunión que respete la diferencia. Y ahí, como Iglesia y desde las innegables raíces cristianas de Europa, queremos aportar nuestra visión, nuestra colaboración leal y nuestra experiencia”.
«Apostar por la familia. La familia es la primera sociedad humana, es la célula vital de la sociedad, titular de derechos propios y originarios, que ocupa el centro de la vida social. La familia es la cuna de la vida y del amor donde nacemos y crecemos. Por ello, se ha de afirmar la prioridad de la familia como primera forma de sociedad respecto al resto de instituciones sociales y también del Estado. La familia, en tanto que sociedad natural básica, no está, por lo tanto, en función de la sociedad y del Estado, sino que la sociedad y el Estado están al servicio de la familia para que pueda llevar a cabo la misión propia de educar a los hijos».
«Apostar por la vida. En el seno de la familia se gesta la vida; muchas vidas que pueden nacer, crecer, desarrollarse en plenitud y morir con amor y dignidad. Todas las vidas merecen ser vividas. La defensa de la vida en su integridad es fundamental. Una sociedad que no protege la vida de sus integrantes es una sociedad abocada al fracaso y a la barbarie”.
“La Iglesia no desea ni busca ningún tipo de privilegio ni de especial protección. Lo que reclama es sencillamente la libertad de proponer el anuncio de Cristo salvador».
«Son cuatro los únicos puntos que son objeto de fricción con el modus vivendi de las ideologías pujantes en este momento. Unas ideologías que se autodefinen como progresistas, pero que ya hemos vivido en otros momentos de nuestra historia antigua, como sucedió durante el ocaso del imperio romano o griego. Esos cuatro puntos objeto de rechazo y ataque por dichas ideologías son: la visión católica del ser humano, la moral sexual, la identidad y la misión de la mujer en la sociedad, y la defensa de la familia formada por el matrimonio entre un hombre y una mujer. Estos son aspectos por los que estamos enormemente cuestionados por algunas ideologías, que no toleran la visión de la Iglesia y la menosprecian. Podemos pensar diferente sin tener que ser atacados. Todos merecemos respeto”.
“Libertades en peligro. Uno de los parámetros de la salud de una democracia es la libertad real para el debate público y para las iniciativas que surgen de la sociedad civil. Fenómenos como el de la llamada «cultura de la cancelación» establecen un clima asfixiante para quien se atreva a discrepar de los nuevos «dogmas». La Iglesia promueve el respeto a la diferencia, y defiende el principio de subsidiariedad del Estado en su acción, el cual ha de proteger la libertad de los ciudadanos permitiéndoles defender respuestas y soluciones diversas a las «políticamente correctas»”.
Zenón de Elea.