Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba los demonios en tu nombre y no anda con nosotros, y se lo hemos prohibido». Jesús dijo: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede después hablar mal de mí; y el que no está en contra de nosotros está a nuestro favor«.
El Espíritu Santo puede tener más o menos obstáculos para salvar nuestra alma, pero lo que está claro es que el demonio no tiene ningún poder sobre nosotros, es un simple «ocupa» al que hay que intentar echar como sea. El maligno introduce pensamientos, creencias, errores, que son como ladrillos para construir una fortificación por la que el Espíritu Santo no puede moverse libremente.
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Autor: ReL
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