Donald Trump sabe que se queda muy lejos de lo que pide la moral cristiana sobre el aborto y la defensa de la vida, pero hay un tema que le indignó sinceramente y en el que no ha dejado de insistir, también en el reciente debate con su oponente Kamala Harris el 10 de septiembre: las leyes, tramposas o directas, que permiten dejar morir al feto que nace vivo en abortos chapuceros, impiden que se le atienda, o incluso permiten que se induzca un parto destinado a que el niño muera por falta de atención.
La buena ética médica tradicional, además de prohibir el aborto desde Hipócrates, pide atender al bebé prematuro, intentar salvar su vida aunque sea frágil: la medicina moderna salva bebés con 21 semanas de gestación. Pero al técnico abortista eso le molesta: necesita que el bebé desaparezca. Los «supervivientes del aborto«, cuando crecen, cuentan historias desagradables…
Autor: Pablo J. Ginés
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