Es de dominio público que en España el colectivo más discriminado, y con mayor número de discriminados, es el de la discapacidad, ya sea física, mental, intelectual o sensorial. Los ejemplos los constatamos día a día: no hay presentadores de televisiones públicas que sean ciegos, que vayan en sillas de ruedas, etc.; hay multitud de edificios públicos sin rampas para sillas de ruedas, o sin los directorios en braille o adaptados para deficiencias visuales; del mismo modo, cuando se realizan obras en las aceras, se desvía a los peatones a la calzada sin rebajar la acera para que puedan acceder los que tienen dificultad de movimientos; no están adaptadas las ventanillas públicas a personas en silla de ruedas; los marcadores de “su turno” en cualquier tipo de centro público o privado no emiten sonidos para que los invidentes puedan saber cuándo les corresponde y las máquinas expenden los números de su turno sin braille; los ayuntamientos raramente preparan campamentos u ofertas culturales para la inclusión, etc.
Sin embargo, todo eso es indiferente al Ministerio de Igualdad, que no dedica inversiones ni tiempo a esta discriminación. El propio organigrama del Ministerio lo deja patente pues su órganos directivos son:
- La Secretaría de Estado de Igualdad y Contra la Violencia de Género.
- La Subsecretaría.
- La Dirección General de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico-Racial.
- La Dirección General de Diversidad Sexual y Derechos LGTBI.
- La Delegación del Gobierno Contra la Violencia de Género.
- El Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades.
A la vista está, pues, que el Ministerio de Igualdad no ha sido creado para luchar por la igualdad de los auténticamente discriminados, sino para difundir las ideologías perversas de género y del homosexualismo, colectivos que guste o no guste al actual gobierno no solo no sufren discriminación injusta alguna, sino que más bien gozan de numerosos privilegios injustos e insultantes para otros colectivos mucho más necesitados de protección.
Sería de desear que algún día las administraciones públicas, en vez de gastarse el dinero en decorar los buzones y los coches de correos con la bandera LGTB invirtieran el mismo en adaptar todas las oficinas de correos para los discapacitados de cualquier tipo. Los españoles lo agradeceríamos, y mucho más los que tienen diferentes capacidades físicas, mentales, intelectuales y sensoriales. Eso sería construir un mundo más justo.
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