Es muy fácil obtener el aplauso del mundo. Es muy cómodo ir por la vida sin meterse en líos, mirando impasible como millones de almas siguen el camino hacia el abismo, como la piara de cerdos poseídos por la legión de demonios a la que Cristo ordenó salir de un hombre. Pero quien ama al Señor, quien sirve a Dios, no puede poner su mirada en las cosas de los hombres, como hizo Pedro al pedirle a Cristo que no fuera a encontrarse con la cruz y se encontró con esas palabras que hoy retumban con fuerza en quienes se dejan guiar por el Espíritu Santo:
«¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
(Mc 8,33)
Dios no cambia. Su paciencia es inmensa. Tanto, que el regreso de Cristo está marcado por esa circustancia:
«El Señor no tarda en cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que tiene paciencia…
Autor: Luis Fernando Pérez Bustamante
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