El caso Errejón pone sobre el tapete un tema del que no se habla estos días: lo fácil que es ser revolucionario para los demás y apenas combatiente con uno mismo, aspecto este último en el que sí incide, por ejemplo, el cristianismo.
Alguien preguntó una vez a Madre Teresa de Calcuta qué había que hacer para cambiar el mundo y ella respondió: «Empiece por cambiar usted mismo». Y no recuerdo en qué cita, San Josemaría Escrivá decía algo así como «Si cambiamos tú y yo, habrá dos sinvergüenzas menos en el mundo».
Efectivamente, hay un dicho que afirma: «Un revolucionario quiere cambiar el mundo sin cambiar él mismo; el cristiano quiere cambiar el mundo empezando por cambiar él». Esa es la verdadera revolución: la que empieza por uno mismo.
Es, creo, lo que le falta al idealismo o moralismo de la izquierda: que, al ser utopías sin más anclaje que el humano,…
Autor: Miguel Ángel Irigaray Soto
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