La Organización Mundial de la Salud explica que “el síndrome de burnout se conceptualiza como resultado de un estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha gestionado con éxito”. Pues bien, aunque la Iglesia abarca realidades más amplias que las laborales, es un hecho que, entre nosotros, como católicos inmersos en diversos proyectos pastorales, podemos agotarnos al punto de caer en un activismo desenfrenado que bien puede relacionarse con el “burnout” y que, además de ser dañino para la salud, afecta también la calidad de nuestra vida interior. Es verdad que tenemos que ser eficientes y prepararnos continuamente para el apostolado, pero esto nunca debe debilitar nuestros momentos de oración, pues ninguna vocación se sostiene cuando Dios pasa a un segundo plano.
Autor: Carlos J. Díaz Rodríguez
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