Autor: Carlos Esteban
Los acuerdos secretos entre Pekín y la Santa Sede ha sido una de las mayores apuestas del pontificado de Francisco. El arresto de todo un cardenal por parte de las autoridades chinas parecen hacer inviable el pacto, aunque es solo el punto final de una serie de trágicos despropósitos.
Supongo que, sobre el papel, la idea parecía grandiosa: acabar con un trazo de pluma una historia de desencuentros con respecto al país más poblado del mundo, poner fin a un cisma desgarrador, el representado por la Iglesia Patriótica China, reconciliar a los fieles chinos con las autoridades de su país y, quién sabe, que un Vicario de Cristo pisase por primera vez en la historia tierra china.
Todo eso, suponemos, fue decisivo para que el Vaticano de Francisco, valiéndose de las habilidades negociadoras del defenestrado cardenal norteamericano Theodore McCarrick, llegara a un acuerdo secreto…