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Fundador del Instituto de las Hermanas de los Pobres, vivió en Bérgamo en el siglo XIX. Como sacerdote se preocupó especialmente por los jóvenes y su educación y creó hogares para muchachas necesitadas. Se dedicó por completo a los indigentes, donando incluso todas sus posesiones. Recomendaba a sus religiosos que se ocuparan, con amor y misericordia, de los descartados y decía a menudo: «Envuélvanse entre los pobres».