¿Qué ocurre cuando grandes empresas olvidan sus orígenes y dejan de pensar en el entretenimiento para dedicarse al adoctrinamiento ya sea LGBT o woke? Compañías como Disney o Netflix llevan años haciéndolo, y a tenor de los acontecimientos es algo que se les está ahora volviendo en contra.
Estos días se han conocido los resultados de Netflix, y dejan poco lugar a la duda. La gran plataforma de contenidos audiovisuales ha perdido en este primer trimestre del año cerca de un 40% de su valor en bolsa. Sus beneficios se han desplomado un 6,4% y ha perdido más de 200.000 suscriptores, aunque en los próximos meses esta cifra puede aumentar a los dos millones. Mucho se ha hablado de los motivos de esta situación, pero el multimillonario y políticamente incorrecto Elon Musk esgrimió una razón que pocos se atreven a decir en público: «el virus de la mentalidad woke está haciendo que Netflix no se pueda ver”.
El entretenimiento audiovisual se ha convertido en una gigante maquinaria ideológica desde la cual normalizar e imponer ideologías y corrientes de grupos LGTB, queer o de las supuestas minorías oprimidas que dan sustento a la cultura woke. Ha sido tal el adoctrinamiento que se ha estado produciendo, que ahora se está dando un movimiento pendular que se les está volviendo en contra.
Es precisamente lo que ocurre ahora con Disney. Varias generaciones han crecido y disfrutado con las películas de Disney. Aquellos niños que se convirtieron en padres volvían a recordar su infancia viendo de nuevo estas grandes producciones junto a sus vástagos. Era una marca blanca, sinónimo de historias bonitas para todo tipo de público.
Estatua dedicada a Walt Disney en Disney World.
Pero esta apuesta de ideologizar sus producciones también empieza a pasarle factura. Miles de familias se han vuelto en contra de la línea de esta compañía, que además está sufriendo estos días grandes consecuencias políticas y económicas, especialmente en Florida, donde está su buque insignia: Disney World.
El adoctrinamiento orgulloso de Disney
“A finales de 2022, aproximadamente, la mitad de los personajes de nuestras películas de animación serán LGBTQ+ y pertenecientes a minorías étnicas”, anunciaba recientemente y orgullosa Karey Burke, directora general de contenido de entretenimiento de Disney.
“Hablo como madre de dos niños queer, uno transgénero y otro pansexual, y, como jefa del departamento, me consternó saber que solo teníamos un puñado de personajes LGBTQ+”, añadía la que es responsable de estos contenidos en la legendaria compañía de entretenimiento infantil.
Pero el suyo no es un caso aislado, sino la línea de la compañía. La productora ejecutiva de Disney, Latoya Raveneau, reconocía abiertamente semanas atrás que había implementado una agenda gay en la programación. De este modo, afirmaba: “nuestros líderes fueron muy acogedores con mi agenda gay nada secreta”. Y añadía: “sentí un impulso, una sensación de que no tenía que tener miedo a que dos personas (queer) se besasen. Añadía contenidos queer a la programación siempre que podía. Nadie podía pararme”.
Con estas confesiones públicas no es de extrañar que desde Disney hayan anunciado hace unos días que se ha reintroducido una escena lésbica en el nuevo film de «Buzz Lightyear». Pero son ya numerosos los casos de inclusión de escenas de este tipo en series y películas de la compañía.
Ejemplos cada vez más comunes
En Onward (2020), la policía Lena Waithe menciona a su novia y en Toy Story 4 dos madres aparecían despidiéndose con un abrazo de su hijo en la guardería. En 2020 Disney cruzó otra frontera al colocar dos «papás gays» en su serie de dibujos animados Pato Aventuras, protagonizada por los sobrinos del Pato Donald. Pero también en la serie animada Casa Buho colaron otra escena queer.
«I’m with dad» («estoy con papá»), para que quede claro que no son hermanos ni el padre con un amigo o pariente.
Mucho más allá fue Out, un corto de nueve minutos disponible desde ese añó en Disney + cuya temática central es LGTB y en la que la trama se centra en cómo Manuel quiere confesar a sus padres que es homosexual.
¿Consecuencias para Disney?
Para muchas familias lo que antes era una marca blanca que ofrecía una imagen positiva ahora es un problema, pues deben informarse y visualizar previamente las películas y series antes de que las vean sus hijos. En definitiva, se ha roto la confianza. Una confianza que Disney forjó durante décadas con cientos de millones de familias. Esto, ¿puede tener consecuencias para Disney? Que se lo pregunten a Netflix.
El adoctrinamiento de Disney no se circunscribe únicamente a sus producciones, pues la empresa no se podría entender estas últimas décadas sin sus grandes parques temáticos: Disney World, situado en Orlando (Florida), y Disneyland París, donde se celebra el Orgullo Gay con numerosas actividades, cabalgatas y eventos LGTB.
El gran parque de Orlando es considerado por sus responsables como “inclusivo”. Se han eliminado los “damas y caballeros” y “niños y niñas” de los espectáculos y celebra bodas entre personas del mismo sexo.
Pero esta apuesta total de Disney empieza a volvérsele en su contra, no sólo entre parte de sus espectadores sino entre las autoridades que durante décadas les han apoyado. Al ser una empresa de “ocio blanco” y familiar recibió en Florida importantes y exclusivas exenciones fiscales. Algo que acaba de cambiar al haberse convertido en un agente político más.
El gobernador de Florida, Ron DeSantis ha sido el gran promotor de la ley de Derechos de los Padres en la Educación.
Disney ha declarado la guerra al estado de Florida, y sobre todo a su gobernador, Ron DeSantis, por el proyecto de ley de defensa de los Derechos de los Padres en la Educación. Le acusan de atacar a los niños LGTB y de no ser lo suficientemente woke.
En el estado de Florida, Disney es toda una institución, pero sus actos han tenido unas rápidas consecuencias. Este miércoles, el Senado de este estado aprobó retirar a Walt Disney el régimen fiscal especial gracias al cual controla desde 1967 más de 10.000 hectáreas en el condado de Orlando donde se encuentra su gran parque temático. Gracias a estas exenciones se ahorraban cientos de millones de dólares cada año.
Disney es el mayor empleador privado de Florida con 60.000 trabajadores y gracias estos privilegios llevaba décadas actuando como un organismo autogobernado con un régimen fiscal diferenciado. Por ello, se eliminará el Reedy Creek Improvement District, un distrito especial entre los condados de Osceola y Orange, en el centro del estado, donde desde 1967 el gigante del entretenimiento prácticamente se autogobierna y dispone incluso de su propia policía y cuerpo de bomberos.
El propio DeSantis aseguraba: «creo que lo que ha sucedido es que hay muchos de estos privilegios especiales que no son justificables, pero como Disney tuvo tanta influencia, pudieron recibir un trato especial a lo largo de los años”.
La manipulación con respecto a la nueva ley
Disney pagará así el haberse puesto a la cabeza en los ataques al proyecto de ley que desde la izquierda han bautizado como “No digas gay”. Pero pese a la propaganda contra el texto en ningún artículo del mismo se dice la palabra gay.
En The Daily Signal, Star Parker, presidente del Center for Urban Renewal and Education, recuerda que la ley no tiene nada de anti-LGTB. La legislación de Florida, que se autodefine de entrada sobre la patria potestad, tiene 163 líneas, de las cuales un total de cinco se refieren a la educación sexual. En esas líneas afirma que no es apropiado hablar de “orientación sexual o identidad de género” entre la guardería y el tercer grado (8-9 años).
Afirma en su artículo Parker: “Eso es todo. Cualquiera que quiera publicitar esto como ‘No digas gay’ también debería publicarlo como ‘No digas heterosexual’. Porque de eso se trata. Eliminar la discusión sobre la orientación sexual de las aulas de niños pequeños. Pero para los activistas LGBTQ, cualquier cosa que no promueva activamente su agenda se considera oposición. Por tanto, para ellos, la libertad, y la tolerancia y neutralidad que requiere, es por definición anti-LGBTQ”.
Ahora Disney pagará las consecuencias de haber dejado de ser para lo que en realidad fue creado.