Acabado ya el Sínodo de la Sinodalidad, me parece oportuno hacer una reflexión filosófica sobre el mismo. El Sínodo ha supuesto un esfuerzo muy valioso para avanzar en la búsqueda de lo que estaba escondido desde hace siglos y que el Concilio Vaticano II quiso sacar a la luz, rompiendo con una dinámica de los últimos siglos que había ido creciendo en el cumplimento de preceptos como forma de santidad.
Así, antes del Concilio estaba muy extendida la práctica religiosa y se consideraba que la santidad era a imitación de los sacerdotes y religiosos. Por lo tanto, el centro de la santidad giraba alrededor de las parroquias, que con su pastoral abastecían de doctrina a los distintos colectivos que vivían alrededor de ella.
Cuando acabó el Concilio hubo muchas celebraciones al reconocer que los laicos tenían un gran papel que realizar dentro de la Iglesia. Algunos pensaron…
Autor: Domingo Aguilera Pascual
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