Autor: Juan Manuel de Prada
Señalábamos en un artículo anterior, citando a Concepción Arenal, que el dolor es una parte constitutiva de la existencia humana que, bien aprovechada, puede convertirse en origen de todo lo bueno, verdadero y bello que somos capaces de realizar. Esta realidad, tan evidente y fecunda (que, sin embargo, nuestra época podrida prefiere ignorar), es el asunto principal de la larguísima carta que Oscar Wilde dirige desde la prisión de Reading –condenado a trabajos forzados– a lord Alfred Douglas, el causante de su desgracia. Esta sobrecogedora carta se publicaría luego bajo el título de De Profundis, en alusión directa al salmo 130 (o 129, en la numeración Septuaginta).
En De Profundis, Wilde ha dejado de ser ese hedonista elegante que nuestra época podrida gusta tanto de homenajear. Ahora es un paria, un maldito, execrado por quienes antaño lo endiosaron, a quien se obliga a beber el…
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