En el reparto de espacios y funciones, se observa un desplazamiento calculado de la presencia cristiana en la sociedad. Parece que ha habido una especie de reajuste ante la otrora omnipresencia eclesial, según dicen los desplazadores. Así, lo que la comunidad cristiana puede hacer o decir, sufre una censura implacable al ser expulsada del paraíso de la modernidad donde se autoentronizan en su templo los nuevos predicadores.
Se ha escuchado últimamente un adjetivo lleno de prejuicio etiquetador, para advertir del lobo que viene: «Cuidado con los ultracatólicos». Lo de ‘ultra’ resulta ser un recurso curioso, especialmente en la boca de los amigos de todos los excesos paniaguados, las malas compañías que imborrables tienen en sus genes la sangre de sus actos terroristas o la rentable monserga de sus aspiraciones ‘indepes’, aliñadas con secesiones y bendecidas con indultos…
Autor: Monseñor Jesús Sanz Montes

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