Cuando un servidor llegó a estos pueblos me contaron que, periódicamante, dos o tres veces a año, se convocaban encuentros de laicos del arciprestazgo porque, según se afirmaba, a la gente le encantaba verse para reflexionar y programar cosas de conjunto. Qúe bueno!
Llegó el primero… lo dije en mis parroquias y… nada. Una señora muy animada y el resto «rien de rien» que dirían mis amigos los franceses. Conseguí, en una ocasión, dos personas más, eso sí, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas y chantajeando con un «no me dejéis solo». Todavía hubo alguna convocatoria más. La nieve vino en nuestro auxilio en la siguiente ocasión: «nevando, mejor suspender la convocatoria». Nos juntábamos quince, veinte… incluyendo las religosas. Nadie ha vuelto a pedir que se retomen esos encuentros que, por lo visto, eran la ilusión de toda la Sierra Norte.
Autor: Jorge González Guadalix
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