Anteayer escribía un artículo en el que lamentaba hasta qué punto la ventana de Overton se ha cerrado sobre el divorcio, contra el que ya no se previene ni en los círculos más ortodoxos. Y justo cuando lo terminé y me levanté para ir a misa, me encontré con que la lectura del Evangelio era aquella que habla de que marido y mujer serán una sola carne. Siempre nos precipitamos –en los dos sentidos– por el precipicio del pesimismo.
Lo de una sola carne me pone de un magnífico humor. Haciendo la media del peso, yo adelgazo lo mío. También le gustaba mucho a mi paisano José Luis Tejada, que se vino arriba en un poema sobre el amor carnal y dio a luz esta imagen: «Hoy somos sólo un pulpo de ocho miembros / que raramente un tajo divino escindiría». Aquilino Duque, tan amigo y admirador de Tejada, veía un borrón de tinta en lo del pulpo. No lo admitía como animal de…
Autor: Enrique García-Máiquez
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