Autor: Carlos Esteban
El arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, demostró que hace honor a su apellido (“Corazón de León”), porque si en tiempos no lejanos su decisión parecería obvia para evitar el sacrilegio y el escándalo de los pequeños, hoy supone enfrentarse con todos los poderes del mundo y muchos de la propia Iglesia.
La rigidez y el clericalismo, bestias negras de los mensajes del Santo Padre, son sin duda males que se deben evitar, aunque se alejan de la misión central de Pedro, que no es otra que la de custodiar el Depósito de la Fe y confirmar en ella a sus hermanos.
Por otra parte, y echando un vistazo objetivo al panorama de la Iglesia de hoy, resulta difícil detectar como principales o incluso significativos problemas estos dos, especialmente el primero: si algo parece sobreabundar es mucho más la relajación que la rigidez, y mi fe me pide que crea lo que no veo,…