Dios ciertamente desea nuestro ayuno, pero de nada sirve si “devoramos” (cf. Ga 5,15) a nuestro prójimo con palabras mordaces.

Redacción (06/03/2023 12:05, Gaudium Press) En la brisa de la tarde, Adán hablaba con Dios en el Paraíso (cf. Gen 3, 8). Creado a su imagen y semejanza, el hombre se dirigía a él por medio del diálogo, con la admiración y la confianza de un niño. La Sagrada Escritura no registra el contenido de estas conversaciones, pero podemos imaginar lo sublimes que fueron. Y el Altísimo dio tanta importancia al lenguaje oral que quiso hacer partícipe al hombre de su obra creadora, encargándole la tarea de nombrar a los animales (cf. Gn 2, 19-20).
Sin embargo, fue también por la palabra que la Serpiente atrapó a nuestros primeros padres, quienes recibieron, como castigo por el pecado, el mandato divino de volver a la tierra de la que habían sido…
Autor: Saúl Castiblanco

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