Autor: Enrique García-Máiquez
No son sólo las pantallas ni la primavera tras la ventana, también lo que leo me distrae de lo que leo. Empiezo con gran ilusión el último libro de Gregorio Luri, El eje del mundo. La conquista del yo en el Siglo de Oro español. Y en la primera página ya me he desencajado del eje. Me ha distraído esta frase: «En aquella época bastaba poner un pie en una gran ciudad -Madrid o Sevilla- para cruzarse con media docena de santos, la mitad de ellos místicos, un corrillo de artistas geniales, una discusión encendida entre escritores sublimes, tres o cuatro héroes…» y sigue. Ahora para dar con un héroe hay que irse a Londres (Ignacio Echeverría), y santos habrá, pero ¿dónde?
¿Qué ha pasado o, mejor dicho, qué nos ha pasado? Hemos perdido densidad de yo, de biografía. José María Pemán lo diagnosticó: «Ya no hay grandes pecados, sino que ahora toda la vida es un pecado continuo, monótono,…